Sebastián Wainraich nos reconcilia con aquella idea original de la literatura, contar buenas historias. Y, como si fuera poco, lo hace con mucho, muchísimo humor. Ser feliz me da vergüenza es, sin dudas, el regreso del humor en la literatura. Como siempre, el protagonista de sus relatos, el narrador, es su alter ego. Allí lo encontramos entre los hinchas de Atlanta, en Villa Crespo, acompañando a su tía Marta a los velorios, conduciendo importantes eventos sociales sólo porque es famoso, fracasando una y otra vez en el amor, entre tantas otras historias que recorre este libro.