Al avanzar por bifurcaciones y rupturas, el pensamiento de Michel Foucault renueva sin cesar sus métodos (arqueología, genealogía) y sus conceptos (epistemes, dispositivos, problematizaciones) Bajo esta línea quebrada se deja leer la unidad, no de un sistema, sino de una preocupación: articular el análisis "positivo" de las normas históricas con la guía orientadora de sus crisis, deshacerse de toda referencia al sujeto constituyente pero abrir el intersticio de un "sí mismo", donde devendría posible pensar de otra manera. Este libro propone el estudio de dos momentos precisos de la obra de Foucault: la descripción del nacimiento del asilo en la Historia de la locura, el examen de la subjetivación griega en El uso de los placeres. El trabajo deja ver entonces la invención de una nueva figura de la crítica que se autoriza en las fallas singulares en el juego del saber y el poder.

De esta posición expuesta y precaria cada libro obtiene su potencia de intervención: "moral de lo no confortable, el pensamiento de Foucault es también una política de la incertidumbre".

Mathieu Potte-Bonneville Doctor en Filosofía, se especializa en la obra de Michel Foucault, es profesor del Lycée Jean Jaurès de Montreuil. Forma parte del comité de redacción de la Revista Vacarme

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El trabajo de Mathieu Potte-Bonneville comienza con un análisis de la Historia de la locura en la época clásica. Su atención se concentra en las figuras de la locura y del loco durante el período que Foucault llama Época Clásica y que nosotros llamaríamos simplemente Modernidad, es decir, a partir de finales del siglo XVI. Más precisamente, se concentra en el modo en que estas figuras se perfilan en el juego de la normalización moderna. El loco y la locura aparecen como una realidad a la vez mítica e histórica: como el mito de una alienación que se interioriza y como una realidad correlativa a las prácticas asilares. Según el autor, un enigma recorre todo este trabajo de Foucault: la relación entre la dimensión extensiva y la intensiva de la normalización. Por un lado, una generalización normativa que tiende a integrar todos los fenómenos (su dimensión histórica) y, por otro, la constitución de la locura como un fenómeno privado (su dimensión mítica).
En "El espacio literario", el segundo capítulo de la obra, este enigma se convierte en fisura. Una doble lectura es posible de la tesis de doctorado de Foucault, desde la perspectiva de la locura y desde la sinrazón. Se trataría entonces no de una, sino de dos historias. Ciertamente, ellas no están separadas y tampoco son sólo cronológicamente paralelas. A veces se cruzan y a veces se alejan, pero, en todo caso, sólo logran articularse en torno a un eje que no deja de ser, al mismo tiempo, una fisura. El lugar de esta conjunción fisurada hay que rastrearlo en las referencias literarias del texto, en el espacio literario. Ellas son el testimonio de la presencia de la sinrazón en el tiempo de la locura. Testimonios o, como precisa y subraya Potte-Bonneville, insistencia de una cuestión que concierne al corazón mismo de una empresa arqueológica que no logra -y quizás tampoco se lo propone- eliminar la fisura entre el mito del olvido de la sinrazón y la historia de la producción de la locura, entre la arqueología de un silencio y la de las instituciones y saberes del asilo.
Nietzsche o Artaud, Sade o Blanchot no son, por ello, el suplemento literario que acompaña el relato histórico. El espacio literario es, más bien, el lugar donde se perfila la cuestión de la subjetividad, esto es, la problemática relación entre las dimensiones intensiva y extensiva de la normalización, entre el mito de la sinrazón y la historicidad de la locura o, en términos más abarcativos, entre interioridad y objetivación.
Así como la Historia de la locura es el punto de partida de la primera parte del libro, titulada "Normas", la interrogación acerca del porqué Foucault retoma en sus últimos trabajos la cuestión del sujeto es el inicio de la segunda, titulada precisamente "Subjetividad".
Dos hipótesis opuestas parecen explicar este desplazamiento: o Foucault se ha liberado de los supuestos de la cuestión y, de este modo, puede finalmente abordarla, o la cuestión se presenta, a pesar de todos los esfuerzos hechos, como inevitable, imposible de eliminar. En la primera hipótesis, el sujeto aparecería como enteramente constituido por las prácticas de subjetivación, como un producto de la formas de objetivaciones discursivas o institucionales. En la segunda, recobraría su papel fundador; situándose, respecto de la historia, en un afuera que lo trasciende. Para Foucault, esta es la hipótesis de lectura, la subjetividad no será ni lo uno ni lo otro, ni enteramente constituida ni elemento fundamente respecto de toda constitución. Su esfuerzo será el de tratar de pensar un proceso reflexivo "sin sujeto y subjetivante". Éste es el desafío del que, según el autor, se hace cargo la noción foucaulteana de problematización, de la que se ocupa la última parte de este trabajo.
Hay diferentes dimensiones de la problematización: la que habilita las modalidades de la constitución de sí, la que integra la singularidad de cada período histórico en la unidad de un conjunto, la que aparece en cada uno de los dominios que han sido objeto del trabajo arqueológico-genealógico, la de la mirada que el propio Foucault arroja sobre su trabajo. Potte-Bonneville se ocupa de cada una de ellas, pero sobre todo de señalar, en Foucault, los lineamientos de una nueva concepción de la problematización, "susceptible de clarificar, a la vez, su pensamiento del sujeto y su práctica del pensamiento".
Podríamos decir que Potte-Bonneville ha hecho suya esta concepción. Su intención es la de hacer de la lectura de los textos de Foucault el lugar de una experiencia problemática, abrir al espacio literario de subjetivación. A nuestro juicio, lo ha logrado.

Edgardo Castro