Y si uno no hace nada, ¿qué puede hacer?: pensar y esperar, pensar y esperar. Y la espera se puede convertir en un territorio inhóspito, áspero, desasosegante. Y pensar, volverse un martirio o una cárcel, y dejar de pensar, un deseo imposible. A Jonathan, el protagonista de esta historia, la vida se le ha convertido en mera expectativa. En los años de la bonanza económica llegó a sentirse un triunfador: coche nuevo, departamento nuevo, zapatos de marca, pero cuando la crisis económica convirtió a la Argentina en un páramo laboral, todo se viene abajo: adiós al auto, adiós al pisito en barrio respetable, adiós al consumo de marcas. Sólo pensar y pensar, pasear por las calles de su barrio de siempre, la pizzería de siempre, el paisaje de siempre. El inicio y el final de una aventura amorosa tan delirante como su propia existencia y que únicamente sirve para hacer más evidente el engaño estéril de la vida. Y un último esfuerzo: viajar a esa Europa prometida donde ninguna promesa se cumple. Alguien escribió que #el estilo es una expectativa defraudada# y si así fuera esta novela sería la mejor metáfora sobre cómo puede ser una novela cuando ya nada puede pasar. Tiene algo de kafkiano tanta libertad inútil.