El lector tiene en sus manos una prodigiosa novela de formación con una particularidad: su protagonista lleva el mismo nombre que el autor que la escribe. El joven sin alma culmina, tras El abrecartas y El invitado amargo (coescrita con Luis Cremades), lo que Vicente Molina Foix denomina sus ´novelas documentales´, y en ella, como en las dos anteriores, hay una meticulosa indagación en la voz narrativa y en la construcción del personaje protagonista a través de esa voz.