Gómez Dávila parece reconocer tácitamente a la clase de los juristas un deber importante considerando evidente que no siempre, sino más bien raramente, lo han cumplido con la debida independencia y pericia cuando sostiene que la «ley no es lo que un acto de la voluntad decreta, sino lo que la inteligencia descubre»: es, en efecto, natural pensar que «la inteligencia» de la que habla es aquella, acompañada de un adecuado saber técnico, de quien cultiva científicamente el Derecho.LUIGI GAROFALO