Hace años -unos cincuenta- aún podíamos ver por las calles de nuestros pueblos y ciudades a aquellas gitanas que, con una baraja de gastadas cartas en la mano, ofrecían a los transeúntes la posibilidad de desvelarles los secretos de su vida a cambio de un par de monedas. ... aquellos clásicos carromatos con barandillas repletas de críos que sonreían mientras su padre (gitano) le daba a la manivela de un manubrio, haciendo sonar aquella música típica de antaño, mientras la mujer pasaba el platillo o tiraba las cartas, contándonos qué aventuras amorosas tendríamos o qué buen negocio o trabajo se nos avecinaba. Aquellos tiempos de romanticismo quizás ya han pasado, pero aquellas típicas y graciosas cartas gitanas son las mismas de siempre.