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Facebook Twitter jueves 25 de abril del 2024 25-04-2024
Tapa del libro PERDONEN NUESTROS PLACERES

PERDONEN NUESTROS PLACERES

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No Disponible No disponible

Autor: RUSSO, SANDRA

Origen: Argentina

Editorial: V&R VERGARA Y RIBA

ISBN: 9879201620

Origen: Argentina

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El pan crocante

Hay que ir por él. Hay que salir a buscarlo. Cada una de nosotras sabe dónde. No se trata de pan a secas –esta vez, que no intervengan ni el freezer ni el microondas– sino de pan crocante, de pan tibio, de ese pan que se huele desde lejos, que exuda ese calor que es un llamado.

Tal vez no lo hagamos muy a menudo, porque todas sabemos: el pan nos ha sido expropiado a las mujeres como tantas otras cosas milagrosas. El pan engorda. Es una máxima femenina y forzada. Una letanía mental que nos repetimos sin siquiera apelar a pensamientos.

No, pan no, no, no gracias. Galletitas. Si son sin sal, mejor. Así es la vida cotidiana y así es como hemos aprendido a domesticar nuestros angostos paladares. Pero acaso sea precisamente porque el pan forma parte de nuestros placeres recortados que sabemos perfectamente dónde queda ese lugar pequeño o grande, célebre o todavía no descubierto en el que venden el mejor pan del mundo, la hogaza celestial que yace en el estante llamándonos con su perfume a levadura y su vestido de oro. Y a veces, mandamos al demonio las dietas y las restricciones, y –casi siempre una mañana, casi siempre temprano, aún medio dormidas, empapadas de sueño y de ese antojo– decidimos ir por él. Pareciera, esas veces, que no es la boca la que pide pan, sino el carácter. Nuestro carácter pide un desayuno cierto, concreto, soberano.

En la panadería lo miramos. Es él. Redondo para ser cortado en rebanadas blandas que nos envíen a un campo de girasoles, o alargado para ser abierto en mitades parisinas que nos hagan viajar mientras él cruje. Lo elegimos, lo pagamos, lo llevamos como a un niño, entre los brazos, sentimos el imperio de su consistencia.

Y ya en casa, lo probamos. Con la más dulce de las jaleas o el más digno de los quesos, mordemos su corteza, accedemos a su corazón. Lo blando y lo crocante nos es dado.

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