«Incluso ahora, hablando aquí, no puedo olvidar que un día fui cancre». A Daniel Pennac (Casablanca, 1944) le pesa su pasado de cancre. O, como diríamos aquí, de zoquete incapaz de comprender nada de lo que ocurre frente a la pizarra del colegio. El cancre, el primer eslabón de la retorcida cadena del fracaso escolar. La palabra, imposible de traducir al castellano, tiene tanto que ver con «cangrejo» como con «cáncer». «Un mal estudiante es un alumno que, como un cangrejo, se desplaza de una manera lenta y rara. Y el fracaso escolar, igual que el cáncer, es una huella que nunca se acaba de borrar», explicó Pennac en Barcelona.
Del estudiante desastroso que fue y de algunos de los que ha conocido habla el francés en «Mal de escuela» (Mondadori), libro en el que regresa a sus días de zoquete y trata de humanizar un fenómeno a menudo sepultado por el sobrepeso de las estadísticas y los informes generalistas. «Se trata de un libro que nos habla del dolor de no entender nada de nada, de no poder responder a las preguntas de los profesores y de sentirte completamente imbécil», aseguró Pennac sobre una obra que le valió el prestigioso premio Renaudot de 2007. Su visión es privilegiada ya que, además de ser un mal estudiante, ha pasado veinticinco años enseñando lengua y literatura en un instituto de París. Será por eso que, insiste, «Mal de escuela» no es «una explicación sociológica sobre el fracaso escolar», sino un repaso a un malestar que es «permanente en la historia».
Consciente de que su caso es excepcional, Pennac afina la puntería para señalar a la sociedad de consumo como «principal enemigo de los profesores». «Antes de ser niños o adolescentes, antes incluso de aprender a hablar o escribir, ya son clientes. La escuela debería proteger a los niños de la sociedad de consumo», aseguró el francés, para quien la supuesta crisis educativa se resume en «una sociedad obsesionada en buscar culpables y no soluciones». «Me pregunto si nuestros estados quieren tener estudiantes inteligentes. Diría que no, que al estado tanto le da la escuela, pero hablar de la crisis de la escuela es una buena manera de desviar la atención».