Después de muchos años de continuo viajar por razones de trabajo, y aunque uno siempre creía que eso era algo que solo ocurría a los demás, sorprendentemente, también a mí me llegó la hora de la jubilación. ¡Qué cosas!Pero la arrancada producida por un tan largo no parar era enorme y no podía detenerse en seco,así que, a la par que seguía llenando mi tiempo de mucha y variada actividad, comencé a poner un poco de orden entre los muchos apuntes que, solo a veces, decidía tomarpara que tanta vivencia no se esfumara como lo hace la estela que por la popa va dejando el viejo velero, y de esta manera, al volver sobre ellas, me hicieran revivir tantos momentos de lectura, investigación o simples experiencias personales por esos mundos de Dios.Decidí, así, agrupar en tres grandes bloques muchos de los relatos que dormían tranquilos en la barriga de mi pequeño ordenador de viaje. Tampoco los desperté a todos, pero los aquí incluidos, ya suficientemente espabilados, confío sean del agrado de aquellos lectores que gusten, como yo, disfrutar las cosas de nuestro Río Guadalquivir, de la Mar y de esa otra España, algo lejana desde la óptica geográfica pero tan cercanaen lo fundamental hasta el punto de que, a fuerza de conocerla en profundidad,me hizo llegar a la conclusión de que yo mismo soy americano. Eso sí, americano de Sevilla.